Cuento
breve:
Por
Norberto Álvarez Debans
El asunto es procurarse un
cospel, del fondo de alguno de los bolsillos. Después, el molinete. Mezcla de
alcancía y barrera, que en atención al depósito, abre las puertas al viaje. El
paseo es rápido.
El señor del silbato, con la
estridencia del pequeño instrumento, té despierta en cada estación y con la
llave de tubo que extrae del cinto, abre las puertas del vagón. ¡Estación, pito
y llave! Hasta llegar a destino. Allí la gente en tropel que sale y la pelea con
los que quieren entrar. Nosotros los que llegamos más tarde, ellos los que
madrugaron y ya vuelven. Uno-a-uno, dos-a-uno, forcejeo y lucha. Tres que
salen, uno que entra. Estación, pito y llave. ¡Tres a Tres! Final, y el cuello
de botella; la angosta escalera mecánica, hoy: ¡Sorpresa!
Casi al llegar arriba,
(cómodamente transportados), la gente que se demora en salir... ¡gritos! Nadie
sabe qué pasa. Rumores. Un viejo agazapado en la boca de la escalera, tirado en
el piso, lucha contra ella y sus dientes de acero, para que no le lleve un pié.
Ya le tragó el mocasín, y ahora no puede impedir que le absorba la media,
desnudando su escuálida extremidad.
Los mayores, con torpes e
imprevisibles movimientos caen sobre él. Los más jóvenes saltan. ¿Y la escalera?
La escalera mecánica sigue subiendo gente que se amontona sofocada. Ya le llevó
la media al viejo y ahora le quiere comer los dedos de los pies. Una mujer
calzada con botas, por socorrerlo, no pudo evitar que la insaciable escalera le
devore las suelas de goma. Los dedos de los pies de la mujer sangran, los del
viejo también. La escalera voraz quiere llevarse a otros.
La gente se sigue amontonando
sobre el viejo, ya cansado de luchar, y van cayendo unos sobre otros
sofocándolo. Algunos testigos gritan desesperados: ¡Paren la escalera! ¡La
escalera, por favor! Pero no hay quien sepa hacerlo, ella sigue incesante,
apilando gente y se las va comiendo, se las va comiendo, se las va comiendo...
Referencias:
Buenos
Aires, 1º de agosto de 1982. Estación Florida, subterráneo línea B, 10:55
horas. Los nombres de los desaparecidos no fueron suministrados.
Cóspel;
moneda que se compraba en boleterías para viajar en Subterráneos. Señor del silbato;
Guarda que hacía sonar un silbato cuando llegaba a cada estación. Llave de
tubo, que colocaba en una “cajita” sobre el cabezal de la puerta, para que se
abrieran las puertas de los vagones.
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