Cuento breve:
Por Norberto Alvarez Debans
Siempre nos han hablado de la
liberación. Recordando, comencé por dejarme la barba buscando autenticidad, a
sabiendas que contradecía los gustos de mi mujer. Ella, en igual actitud, como
una réplica, se acortó la pollera... Nos miramos de reojo. Bernardita me
observa la barba y yo le miro la pollera, tan sobre las rodillas. No hay duda
que nos sentimos más liberados, aunque pensándolo bien, no tanto.
Cuando cenamos fumo en la mesa,
confieso que me place. Ella al verme esgrime un escarbadientes como si fuera un
cigarrillo e inmediatamente se monda los dientes, a sabiendas que a mi no me
gusta. Así se siente más liberada. –Bernardita me lo confesó anoche cuando se
acostó desnuda. La descubrí así, de golpe. Levanté la sábana para acostarme y
estaba desnuda. Largó la vieja costumbre de la tanga y el camisón. Yo me acosté
con medias de lana y el traje pijama, para hacerle la contra. Además, tomé una
decisión para liberarme en serio, no me acostaré más desnudo como antes.
Bernarda, que de tonta no tiene nada, se dio cuenta de mi reacción. Ahora sale
todas las mañanas y se para a hablar en
la calle con todos; con el carnicero, con el sodero, con el almacenero y
cuentan cuentos y se ríen todo el tiempo, sobre todo cuando la observo por la
ventana.Todo para hacerme la contra.
Yo
dejé de hablar con todos en el barrio. ¡Claro!, Ahora me pregunto si estoy más
liberado. Confieso que me siento más encerrado que antes. Por eso abro todas
las ventanas de la casa para liberarme del encierro. Al verme, ella inventó
otra; entra en el baño y se encierra. Abre todas las canillas, inunda la bañera
y el bidé y luego hace escapar el agua por debajo de la puerta. El líquido
corre por toda la casa. Mientras chapaleo el agua tibia, que me ablanda los
mocasines, le grito: -¡Estás loca Bernarda, loca, loca!
Bernarda me contesta que está
liberada y agrega: -Lo que pasa con vos Miguel es que sos como tus viejos, unos
pelotudos, que no sabían hacer otra cosa que cazar mariposas o vivían
encerrados en sí mismo como dos ostras.
Inmediatamente me arrojo contra
la puerta del baño con ganas de asesinarla, el agua sigue saliendo, y ella,
desde adentro, me sigue gritando que está liberada y alega; -¡Basta de
sumisión!
Entonces con toda la espuma que
me produce la rabia de aguantarla, inventé otra. Le prendo todas las estufas y
las hornallas de la cocina. El calor sube por toda la casa y evapora el agua
del piso, entonces una nube de humedad nos hace vivir en medio de una tiniebla
atroz, pareciéndonos cada vez más a dos fantasmas en una casa abandonada.
Pienso que al final, esto,
aunque nos duela nos está liberando de la realidad de las cosas normales, tan
grises, tan chatas, y nos va acercando a la alegría de ser diferentes: ¡Mucho
más, nosotros mismos!
¿Les cuento la última de
Bernardita?.. Ahora sale del baño con una manguera y entra a rociar todos los
muebles y las paredes mojando cuadros y adornos, mientras se ríe a carcajadas.
¡Ah! Pero yo le inventé otra a la histérica ésta, agarro todos los trapos y las
toallas que hay en la casa y a propósito, para ofuscarla, voy secando cuantas
cosas ella moja. Hoy se paró frente a mí y me llenó los ojos de agua con la
manguera, sacando la lengua con movimientos hacia adentro y hacia fuera de la
boca, como una lagartija. Les confieso que como un poseído comencé a quemar
todos los trapos, incluyendo las toallas húmedas y las cortinas. Las iba
arrojando sobre la llama de la cocina y en medio del fuego y el humo que se
levantaba, tosía estrepitosamente, mirando a Bernarda con cara de loco.
En ese momento, a través de las ventanas abiertas, escuchamos el ulular de unas sirenas, entonces fue nuestra alegría. Inmediatamente nos abrazamos nombrándonos; -¡Bernardita!..., ¡Miguelito! Comprendiendo que la ansiada liberación, por fin, llegaba a nuestra casa.
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